Perfiles humanos de los primeros asentamientos realejeros tras la conquista.
Libro fundamental para el conocimiento de los orígenes de la Villa de Los Realejos y de los realejeros.
Antonio Luque Hernández
El libro forma parte de lo que podríamos llamar literatura de testimonio, ya que en él la justificación y comprobación de la exposición se antepone a lo puramente literario, la severidad del dato a su expresión estética. El armazón de los hechos debe ser sobria, para que la relación de los datos de la pequeña historia sea estrictamente veraz. Su interés está condicionado, a la puntualidad y fidelidad de proporcionar un cuadro cabal de los sucesos sociales, económicos y culturales ocurridos en esos primeros tiempos de la Villa de Los Realejos.
La obra posee un definido carácter genealógico y documental, fruto de largo tiempo de trabajo. Decía André Maurois: «Todo escritor tiene sus temas personales, proyecciones de fuertes sentimientos que le han impulsado a escribir. Y, a pesar suyo, la mayor parte de sus libros están fundamentados sobre estos temas». Debo admitir que la genealogía constituye mi tema recurrente y este trabajo lo confirma.
Se inicia con una exposición de los acontecimientos decisivos de la conquista y posterior colonización de Tenerife para, de seguido, representar el proceso fundacional del lugar de Los Realejos. Naturalmente que reseña de un modo más extenso las efemérides realejeras, pues los orígenes y evolución de esta población constituyen la esencia del trabajo. Aunque no es una obra de divulgación, se afana en que sus lectores conozcan lo fundamental de esa villa. Se hace necesario hablar, si bien, someramente de su proyección dentro y fuera de Canarias, de su pasado y de su esplendoroso presente.
Luego ubico el documento de las «Noticias de los primeros vecinos de Los Realejos de Tenerife» en el lugar y circunstancias históricas que le corresponden y lo analizo, transcribiendo los nombres de los vecinos conforme a su numeración original. Téngase en cuenta que apenas habían transcurrido tres décadas de la pacificación de la Isla, lo que indica que se trata de los hijos de los conquistadores y, en muchos casos de los propios fundadores del lugar, por lo que ese protocolo se convierte en excepcional testimonio, elaborado en 1528, con ocasión de un reparto de armas ordenado por Don Pedro Fernández de Lugo, segundo Adelantado de las Islas Canarias, enumero y señalo, en él, a todos los cabezas de familia de Los Realejos de entonces. Ilustrar ese singular expediente, examinando su contenido, para poder descifrar las identidades, naturalezas y circunstancias de los individuos mencionados fue mi labor inmediata.
Conforme la ciencia histórica menciono detalladamente las fuentes archivísticas y la bibliografía consultada, de modo que el lector interesado pueda recabar de ellas la veracidad de la información. Reconocer a cada uno y situarlo debidamente, no ha sido fácil. Algunos formaban entre aquel numeroso grupo de personas heredadas en los repartimientos que siguieron a la Conquista; pobladores a cuyo esfuerzo se debe la base de la economía tinerfeña; y los que no lo eran, pertenecían a aquella primera emigración que con su esfuerzo contribuyó a la prosperidad de la Isla.
Mi fundamental propósito ha sido salvar del olvido de los archivos, incluso del descuido y la trivialidad, los nombres y hechos de estos pobladores realejeros y mostrarlos como primeros intérpretes de su historia, eslabones iníciales de una cadena biológica, que alcanza el presente y se pretende sin fin, porque ningún freno detiene los días.
La filiación de los conquistadores y pobladores ha sido permanente preocupación de los historiadores de Canarias. La singularidad de las «Noticias de los primeros vecinos de Los Realejos de Tenerife», con la enumeración de los pobladores, insisto, constituye una rareza, pues no se conoce otra urbe canaria que pueda presumir de un estudio similar. De entre ellos, muchos peninsulares —portugueses y castellano-andaluces— que convivían con un numerosos grupo aborigen —canarios, hombres de los llamados de las islas y algún guanche—. Por todo ello, ese escrito es indispensable no sólo para conocer la historia de Los Realejos, la del Valle de La Orotava en su conjunto, sino la totalidad de la de Tenerife, porque, según el doctor don Juan Régulo, «todas las clases que componen la sociedad están más o menos próximamente emparentadas entre sí»
De estas «Noticias de los primeros vecinos de Los Realejos de Tenerife» han llegado hasta nosotros dos manuscritos diferentes, uno del presbítero Don Manuel Ildefonso Esquivel y otro anónimo, que perteneció al abogado y genealogista Don José María de las Casas y López a quien se lo había regalado el Doctor Don Francisco Rodríguez de la Sierra, abogado, natural de Realejo Alto y vecino de La Laguna. La personalidad de Rodríguez de la Sierra y las evidentes rices canarias de su apellido, me motivaron a estudiar su genealogíaa. Así relato a un cúmulo de personas, que componen en un valioso conjunto de datos, fechas y acontecimientos. Siempre conforme a aquel propósito tan bien expresado en la Introducción al Nobiliario de Canarias, que dice: «todo se ha concitado no para alagar vanidades pueriles ni para justificar orgullos, sino para traer a la memoria de los contemporáneos el mejor pasado de sus progenitores cercanos y remotos»
Mi obra finaliza con la transcripción de los Índices de los cuatro Catálogos de carácter Genealógico existentes en las Escribanías de los Realejos hasta 1700. En ellos identifico con exactitud y rigor a muchos de los mencionados. Esos catálogos integran un arsenal de datos, fechas y anotaciones, que estoy seguro, servirán de guía a los investigadores de nuestro pasado y al publico estudioso.