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12 agosto 2013 1 12 /08 /agosto /2013 12:34
Pedro Pérez Rolo
La "historia" no pudo haber sido más cruel con España.
Pablo Victoria.
263371 214375545281254 4780022 nLa sangre española se derramó en el suelo americano en las guerras de secesión como se llegó a derramar trescientos años antes en las piedras de las pirámides aztecas, ofrendada al "dios" Huitzilopochtli en Tenochtitlán. En el levante del Atlántico resonaban como latigazos las palabras de Bolívar: ‹‹Tránsfugos y errantes, como los enemigos del Dios-Salvador, se ven arrojados de todas partes y perseguidos por todos los hombres››… porque, en realidad, era como si todos los hombres los persiguieran. ‹‹Sáquenlos de todas partes››, decían los ingleses en Europa, porque en el mundo nadie podía osar tener más que ellos. Ya habían sido arrojados de los Países Bajos (1648), del Franco Condado (1679), del Milanesado (1714), del Reino de Nápoles (1713), y del Reino de Cerdeña (1720). Era algo así, porque la Leyenda Negra fue la persecución ejercida sobre las ideas de una España aferrada a un tronco que se deslizaba sobre el aluvión del desenfreno político; porque la invasión napoleónica no había sido otra cosa que la misma persecución trasladada a sus hombres; porque, expulsando a aquella o venciendo a éstos, se terminaría derrotando el peligro que para la Revolución significaba la existencia de los españoles y de sus idea.
En la negra pizarra del firmamento Inglaterra y Holanda habían escrito con luminarias astrales la pérfida mentira de una España despiadada, esclavista y genocida de nativos. Habíansela ayudado a escribir franceses, italianos y portugueses que tejieron fantasías, mitos y leyendas en torno a señeros personajes como el Duque de Alba, Torquemada y Felipe II; negra leyenda en torno a destacados episodios como la Conquista, la Inquisición, el saco de Roma y el exclusivismo comercial con el Nuevo Mundo. Allí quedaron impresos en gigantescos y mentirosos caracteres la esclavitud de los pueblos americanos, la indolencia de siglos, el oscurantismo cultural, la intolerancia religiosa, la tiranía para que el mundo entero la viera, la leyera, la asimilara, la divulgara. Pero había llegado la Revolución Francesa y ¡por fin aquellos pueblos, poniendo la estrella sectaria de cinco puntas en la bandera y el gorro frigio en sus cabezas, se estaban librando de la déspota. ¡Por fin se habían levantado los esclavos, los indios y los blancos, cuyos lomos permanecieron tres siglos doblados bajo el peso de la supuesta opresión! ¡Ahora eran libres!, y había que poner la imprenta al servicio de la de fray Bartolomé de las Casas, diseminar por el mundo las ansias de libertad de aquellas esclavizadas gentes, correr en su auxilio por todos los medios que fuesen posibles, enviar asesores, voluntarios, agitadores, pasquines, propaganda difamatoria, porque la lucha iba a ser titánica contra el gigante que había blandido espadas contra Napoleón y ahora se aprestaba a rehacer su imperio perdido; cabeceaba el indomable astado, que doblado en el ruedo de la Historia, embestía a la cuadrilla y esquivaba el descabelle.
Sí, había que «auxiliar» a aquellos oprimidos pueblos, porque España, después de todo, no estaba del todo vencida y se levantaba de nuevo a reclamar lo suyo, a imponer la justicia, a enderezar lo torcido. Y fue cuando el toro en pie les volvió a meter miedo y cuando todos salieron en gavilla a hacerle frente. Esta es la génesis de la invasión napoleónica a la Península, porque, lo que Napoleón quería era demostrar al mundo que él solo había podido dominar y someter dentro de los cauces de la ilustración y la civilización la bestia indomable que había pretendido un continente su causa mística y fanática, supersticiosa, católica y oscurantista.
No podían los ilustrados perdonar a la hispanidad la enorme cantidad de heroicas gestas, de caudillos más grandes que su sombra, de la epopeya conquistadora de inmensos y desconocidos territorios donde los hombres, sin saber hacia dónde iban, no dejaron de seguir llegando; no cejaron de domeñar breñas, fundar pueblos, civilizar razas, morigerar costumbres, cristianizar almas y escribir en códices ocultos para el extranjero los secretos de la grandeza, las sílabas impronunciables de la gloria y el índice que guiaba hacia el perdido alfabeto de la buenaventura; tres siglos de gloria habían sido demasiados como para no fatigarla y exaltar los ánimos de quienes, con envidia, odio y celos, contemplaban la épica aventura.
Envidia, porque fueron los españoles los primeros europeos en establecer colegios y universidades en América cuando todavía los angloamericanos talaban árboles y cazaban zorros en las blancas y gélidas estepas de Nueva Inglaterra, Virginia o las Carolinas, para cubrir sus carnes mordidas por el frío. Jamás podrán contar que no fueron ellos, sino los españoles, quienes fundaron en América veintitrés centros de enseñanza superior, réplicas de la Universidad de Salamanca; que graduaron 150.000 estudiantes, entre blancos, mestizos y negros, cuando ni siquiera los portugueses fundaron universidad alguna en Brasil; cuando los holandeses, después de tres siglos de presencia en las Indias Orientales, no llegaron a fundar ninguna institución de instrucción superior en aquellas tierras.
Odio, porque fue España la primera en permitir la oposición de las ideas, estimuladas por la Corona, que acompañaron al descubrimiento y que constituyen gloria de su civilización; celos, porque la justicia cristiana siempre presidió y enalteció la política del Imperio y porque prevaleció por siglos la tesis de Juan Ginés de Sepúlveda de que el rey hispano tenía derecho de gobernar en América sobre la opuesta de fray Bartolomé de las Casas, personaje que hasta el final insistió en que la conquista fue una cruel injusticia contra los pacíficos e inocentes indios. De su prolífica y desviada pluma salió el infundio de que la codicia española había sido la causante del holocausto de veinte millones de indígenas asesinados a manos de endurecidos conquistadores, estampa de depravación que sirvió para alentar la disputa sobre el Nuevo Mundo que mantuvieron Holanda e Inglaterra contra una España que volcó sobre sus costas la cultura, admiró al mundo con sus tremendos descubrimientos y acrecentó con fabulosas riquezas su poderío económico y militar. Aquella Brevísima Relación de fray Bartolomé se publicó primero en francés en 1579 en una imprenta de Amberes; luego fue continuada con otra publicación en holandés y otras dos en francés en 1579 y 1582, seguido de lo cual vino su publicación en inglés en 1583. Este memorial, lleno de infundios y exageraciones, fue blandido por las potencias enemigas para acreditar ante el orbe la incapacidad moral que detentaba la Monarquía Católica para retener sus derechos sobre la tierra conquistada.
Por eso, el acto de extender la religión Católica por parte de España en el continente americano se reputó fruto del fanatismo y de la intolerancia; en cambio, el acto de descabellar indios por cuenta de Inglaterra se disculpó como un acto comprensible de una potencia que defendía a sus súbditos de la ferocidad indígena. Lo primero era decadente y oscurantista; lo segundo, heroico y civilizado. La lucha de los indios salvajes contra la mano civilizadora de España se denominó ‹‹el exterminio español››, en tanto el exterminio indígena la América del Norte, tornó en llamarse ‹‹la salvaguarda del trabajo colonial››. De esto resulta la manifiesta indiferencia que el mundo ha mostrado por la falta de protección brindada por el conquistador inglés a los nativos de Norteamérica, en tanto se toma con abierto escepticismo, o descarado cinismo, los enormes esfuerzos de la corona de Castilla por la protección y buen trato a los indígenas del Nuevo Mundo. Es verdad palmaria que jamás España tuvo reyes más crueles que Enrique VIII, Isabel I, o Jacobo I de Inglaterra. El terror ejercido por estos monarcas contra su pueblo, o contra los celtas de Escocia, o contra los irlandeses, a quienes masacraron en las montañas y en los pantanos de su tierra, se volvió a reflejar en su política de exterminio de los indios norteamericanos emprendida por un pueblo que había asimilado perfectamente el ejemplo de sus monarcas.
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DATOS PERSONALES

      PERAZA

   

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

   

José Peraza Hernández,

Investigador y escritor.

    

José Peraza Hernández nació en Los Realejos (Tenerife) en 1953, villa donde transcurrió su infancia. Se formó en un centro educativo de su pueblo, a pesar de que los tiempos nunca le fueron favorables.  

Intentó realizar su sueño: escribir. Recuerda el nombre de su centro de enseñanza con mucho cariño, "Colegio San Sebastián", junto a la plaza que lleva el mismo nombre. De esa época podría citar a los siguientes profesores: Don Domingo Luis Estrada, Don Esteban, Don Manuel Espinosa García, Don Mario Hernández Siverio, Don Máximo Padrón Morales (San Juan de La Rambla), Don Francisco Hernández y Hernández (conocido por Inocente) Don José Javier López Garisoain (conocido por Pepe), y un largo etcétera. Se considera amante de la historia, del pueblo y de las cosas en general.  

En 1975 se afincó en el lugar llamado Casa Azul, del barrio de La Vera, situado en el Puerto de la Cruz, aquí lleva media vida y se arraiga. Al transcurrir de los años, en 1988, decidió trasladarse de domicilio y es ahí donde permanece viviendo en la actualidad, Urbanización Casa Azul, calle Tabaiba 5, en el mismo barrio de La Vera, pero esta vez, en el término municipal de la Villa de La Orotava.  

En 1997 es miembro fundador de la Asociación de Vecinos "La Candelaria del Norte". Inicialmente actúa como colaborador; en 1999 realiza la labor de secretario hasta el año 2003. Posteriormente es nombrado presidente de la misma, cargo que lleva hasta los días de hoy. También es miembro y fundador, donde ejerce y realiza la función de Secretario de la Federación Portuense de Asociaciones de Vecinos desde comienzos en 2005, así como miembro del Centro de Desarrollo "Plan Integral del Barrio de La Vera", del Puerto de la Cruz.  

Por último realiza la función de secretario y otras labores en la Asociación Tinerfeña Peña "Mencey del Valle" del Club Deportivo Tenerife.  

Fue colaborador del Periódico "EL DÍA", en la columna de los sábados, sobre la Heráldica, con el fin de que cada persona conozca su historia y su escudo; de igual forma ha escrito artículos en dicho rotativo, secciones Balcón del Norte, Buzón Tinerfeño, LA PRENSA DE EL DIA, y otros, además del también matutino "Diario de Avisos", La Opinión, además colaboró en la Revista "Realejeros". Ha colaborado con algunas cadenas de radio sobre temas relacionados con el barrio.  

Otra de sus aficiones es ojear los archivos, libros, fotografías y la Heráldica. También colabora como Presentador de la Televisión "Mega TV- Canal 64" en varios temas como entrevistas, noticias y reportajes. Desde 2006 tiene su propio Periódico Digital que lleva por nombre "LA VERA PASO A PASO, DIARIO DEL VALLE" donde aprovecha para darle la bienvenida. A este diario de información, notas donde se hace constar aquellas informaciones, curiosidades y relatos sobre este populoso barrio enclavado en el corazón del Valle de La Orotava. Por estas páginas discurrirán el ayer y el hoy de La Vera. Sin duda, es todo un reto mantener una bitácora como ésta en la que siempre despierte el interés de los lectores en la red, por ello me permito contar con su apoyo y les invito a colaborar. Me cabe el honor de haber nacido en Los Realejos, hincar mis raíces en el Puerto de la Cruz y establecerme en el corazón del Valle. Con estas premisas presento en sociedad esta modesta contribución a difundir los valores de la  sociedad tinerfeña y realejera en particular.  

Aparte quiero agradecer enormemente a todos y a todas y cada uno/a de los colaboradores, así como a todos los Gabinetes de Prensa de cada Ayuntamiento de Taoro a Teno. Como a varios colaboradores /as, de diferentes Países. A todos mil gracias de todo corazón.  

Escribió su primer libro, bajo el título "Memorias del Pasado y Presente, Capillas, Cruces e Historia del barrio de La Vera 1999 – 2004", con referencia al Puerto de la Cruz, La Orotava y Los Realejos. El segundo libro llevó por título "Los Caseríos del Barrio de La Vera, Las Arenas 1820 – 2005, de la Villa de La Orotava". También existe un tercero "Historia de Los Nidos y la Cruz de San Luis, con su XXV Aniversario", y un cuarto con el título "Desde el Ramal hasta el Polígono San Jerónimo", los que están a punto de ver la luz, así como otros, proyectos en marcha y a punto de finalizar. Aparte de este ejemplar como bien saben que llevan por títulos Nacimiento del Apodo e Historia. Su deseo, y principal preocupación es que al llegar a sus manos este modesto libro lo sepan valorar, pues está escrito con mucho cariño y amor, de una forma sencilla, tratando así de llegar a la mayoría.  

Quiero expresar mi más profundo agradecimiento a cuantos de forma directa o indirecta han incidido en su contenido y disculparme, si con este trabajo pudiera ofender involuntariamente a alguien. Lo mismo, digo con estás líneas de este blog.  

PRIMER PREGÓN:

El que suscribe, José Peraza, el sábado 3 de septiembre de 2011. En XIV - Semana Cultural, y la X - Aniversario de la Ermita y la Cruz de la Candelaria del Norte, en la Asociación de Vecinos, la que lleva el mismo nombre en La Vera, del Sector orotavense.

*** *** ***

También quiero hacer constar mi más profundo agradecimiento al Excmo. Ayuntamiento de la Villa de Los Realejos, a don Manuel Domínguez González, alcalde de nuestro municipio, como asimismo al concejal de Cultura don Adolfo González y Pérez Siverio y de la misma forma, a don Salvador García Llanos autor del prologo de este nuevo libro.

Agradecer profundamente la oportunidad que me ofreció mi estimado amigo Esteban Domínguez, a participar en este su quinto trabajo literario sobre nuestra entrañable villa realejera, como asimismo a todos cuantos se han unido a este proyecto, el cual dejamos en sus manos con nuestro mayor cariño y afecto para su disfrute.  

Hasta siempre, esperando que cada una de estas líneas, alimente nuestras conciencias y esperemos vernos en próximas ediciones, con el mejor afán, ya que las letras forman parte elemental de nuestra cultura y van muy unidas.

 

Gracias a todos de corazón.

ESCUDOS DE LA FAMILIA PERAZA Y ALONSO

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