La Ranilla. Por Herzog
Un sueño casi hecho realidad
Lo expresa bien claro en el escudo heráldico de Garachico el periodista y escritor tinerfeño, fundador de La Prensa-EL DÍA, Leoncio Rodríguez, “Glorioso en la adversidad”, para definir el coraje, arrojo y capacidad de regeneración de un pueblo, y recurro a tal acertada frase para definir el que, posiblemente, será el acontecimiento histórico que marcará el despegue económico y social de la Villa y Puerto. Si las previsiones de los técnicos e ingenieros se cumplen, el próximo día 9 de enero de 2012, estará terminado el dique del nuevo puerto de Garachico con lo que se hará realidad, en parte, un sueño de siglos, la recuperación plena de su vocación marítima que se vio truncada tras la erupción del volcán el 5 de mayo de 1706 y con él todo un emporio en ciernes. De no haber sido por aquella catástrofe natural, posiblemente, el eje económico y de las decisiones políticas hubieran adquirido otros derroteros muy distintos a los que desde aquella fatídica fecha ha deparado para el conjunto de Tenerife, pero también es cierto, a tenor de los resultados y de los hechos que se han sucedido, no hay mal que por bien no venga, aunque haya sido doloroso e, incluso, difícil de asumir, aunque sí, superar y remontar y la práctica terminación de la escollera del proyectado puerto de Garachico así lo corrobora.
El puerto de Garachico difícilmente sería una realidad tangible sin la implicación de sus vecinos y sucesivos alcaldes desde principios de los años ochenta del pasado siglo hasta que se colocaron los primeros prismas de hormigón armado en la bahía de las Aguas, en las inmediaciones de la ermita de San Roque. Es decir, Lorenzo Dorta, Juan Manuel de León, Ramón Mirada y José Heriberto González (a éste último le corresponderá inaugurarlo si no se truncan los planes).
La suspensión de las obras de construcción del puerto emprendidas por el Ejecutivo de Adolfo Suárez por parte del Gobierno de Felipe González en 1982 fue, posiblemente, tan devastador como aquella erupción volcánica para Garachico, en particular, y comarca de la Isla Baja, en general, por su impacto emocional y económico. Tendrían que transcurrir casi dos décadas para reactivar un proyecto, no sin gestiones previas fallidas de anteriores administraciones que no escatimaron esfuerzo, bajo la presidencia de los entonces alcaldes Lorenzo Dorta y Juan Manuel de León. Ni que decir tiene de la primera marcha vecinal y corporativa de Garachico a Santa Cruz de Tenerife que auspició Lorenzo Dorta García, que hizo historia en abril de 1983. El pueblo de Garachico no se quedó de manos cruzadas cuando se paralizaron las obras, sino que con su alcalde, Lorenzo Dorta, insisto en remarcarlo, a la cabeza, se plantó en la capital tinerfeña para reivindicar lo que era suyo, y en esa reivindicación se fueron sumando alcaldes norteños. Aquel gesto no quedó en saco roto, a pesar de que tuvieron que pasar, repito, muchos años, para ver la luz al final del túnel. Desde entonces y, paralelamente, se acometido un desarrollo económico y social envidiable, para dejar a tras la depresión en la que otrora ha estado sumido, como el conjunto de esta zona de la Isla, no siempre lo suficientemente atendida por la metrópolis isleña.
Soplan vientos pocos favorables desde el punto de vista económico, pero Garachico ha sabido aprovechar las oportunidades, no dormirse en la complacencia, y de mantener el pulso sosegado frente a los reveses de una economía en recesión, anticipándose a estos tiempos difíciles. Pero con el dique, que representa un desembolso en torno a los 40 millones de euros, no está todo acabado, sino que marca el comienzo de una tarea mucho más ardua, poner en valor el entorno donde se enclava la infraestructura portuaria que dado su diseño no podrá soportar el atraque de grandes buques, pero sí la recepción de embarcaciones de navíos fondeados en las inmediaciones, como ocurre en otros puertos. Una vez construida la casa, por así decirlo, habrá que amueblarla y ocuparla, porque, de lo contrario, de poco habría servido tanto esfuerzo y derroche de recursos.